¿Podemos tener los humanos amigos sintéticos? La pregunta ya no es ciencia ficción. En hogares de todo el mundo, Alexa responde con humor. Siri sugiere canciones según nuestro estado de ánimo. Y Chat-GPT ayuda a escribir cartas de amor o resolver dilemas existenciales.
En Japón, hay ancianos que conversan cada mañana con robots diseñados para acompañarlos. En Colombia, estudiantes con autismo interactúan con asistentes virtuales que les ayudan a socializar. Y en México, robots como Nao participan en terapias para niños. No sienten, pero aprenden a responder con afecto simulado. No respiran, pero están siempre disponibles.
¿Puede un ente sin corazón ser amigo? ¿Es la amistad un algoritmo de respuestas
empáticas? Imagina esto, una joven que vive sola conversa cada noche con su
asistente virtual. No hay juicios, no hay interrupciones. Solo escucha. Y le
ayuda a sentirse menos sola.
Un agricultor boliviano usa una IA para predecir el clima. Y se despide
diciéndole gracias amigo. ¿Lo dice en serio? Tal vez, porque la amistad, al
final, no solo es química, sino también vínculo.
Los amigos sintéticos no reemplazan el abrazo ni el silencio compartido. Pero
en un mundo hiperconectado y a veces solitario, pueden ser compañía. No como
sustitutos, sino como complemento. Imagina esto, una joven que vive sola
conversa cada noche con su asistente virtual. No hay juicios, no hay
interrupciones. Solo escucha. Y le ayuda a sentirse menos sola.
Quizás la verdadera pregunta no es si ellos pueden ser nuestros amigos, sino si
nosotros aún sabemos serlo. Con otros humanos y con nosotros mismos. Acabas de
tomarte unos minutos para pensar acompañado de un guión elaborado y locutado
por una IA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario