Radio y Salud Mental en América Latina es la primera obra que recoge trece experiencias sonoras, en seis países de la región, relacionadas con el uso de la radio y las nuevas tecnologías para la desestigmatización e inclusión social de personas con sufrimiento mental. Si bien todas asumen como reto perforar los muros del silencio con las voces y palabras de quienes, hasta la llegada de la radio, permanecían en el mutismo social, cada una de estas iniciativas radiofónicas recorre sus propios caminos e historias a la luz de los contextos nacionales particulares.
Las 13 experiencias de Radios de
salud mental que se exponen aquí, han sido un medio terapéutico que a la fecha
no ha logrado ser reconocida de manera relevante por las formas hegemónicas
establecidas encaminadas al tratamiento de padecimientos mentales, pero la
buena noticia es que este texto hace evidente el efecto positivo que genera la
comunicación en las personas, y que inevitablemente también debe denunciar,
aunque sea de forma muy somera, que el encierro no es la respuesta al
tratamiento del sufrimiento mental.
Si las 13 “radios locas” que se
dan a conocer en las páginas de esta aventura fueran personas, podríamos darnos
cuenta que siempre existirá una pluralidad o diversidad que es intrínseca a la
vida y que, dentro de esa variedad de características, la comunicación, la
empatía y el amor son elementos que no faltan en ninguna de esas personas, las
cuales tienen mucho que contar y que afortunadamente en su mayoría son buenas
noticias y vivencias. Claro que también se habla de las dificultades con las
que han cursado estos colectivos y que de igual forma se comparten en muchas
ocasiones.
Las 13 experiencias de Radios de salud mental que se exponen
aquí, han sido un medio terapéutico que a la fecha no ha logrado ser reconocida
de manera relevante por las formas hegemónicas establecidas encaminadas al tratamiento
de padecimientos mentales, pero la buena noticia es que este texto hace evidente
el efecto positivo que genera la comunicación en las personas, y que inevitablemente
también debe denunciar, aunque sea de forma muy somera, que el encierro no es
la respuesta al tratamiento del sufrimiento mental.
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